En primer lugar, dar las gracias a SÙMATE por permitir dar nuestro testimonio que es ni más ni menos que un trozo de la historia de este país. Es la historia de miles de catalanes, porque cómo escuché un día: Catalunya es tierra de paso, pero el que viene y se queda, ese, es catalán.
Sin renunciar a nuestras raíces, que eso no se puede hacer de ninguna manera y poderse emocionarse escuchando una saeta o el Cant del Ocells. Eso es lo que nos define como pueblo. Soy madre de dos hijos nacidos en Catalunya que saben cantar coplas y conocen la poesía de Antonio Machado y de Marti i Pol porque yo me he encargado de que los sepan.
También les he hablado del abuelo republicano que estuvo siete años condenado a muerte en el Penal de Burgos. Otros tiempos que se repiten cíclicamente.
Mi relato, como tantos otros, comienza en ese viaje en tren, el sevillano y la que para mí es una anécdota inolvidable: llegué a Barcelona un 5 de enero, cuando todos los niños se preparaban para la llegada de SSMM de oriente, los Reyes Magos. Fechas difíciles de olvidar. Después de tantas horas, tanta gente y tantos paisajes vinimos para quedarnos.
A partir de ahí, intenté explicar mucha cosas, pero había una limitación de espacio y tuve que borrar algunas para quedarme con lo más importante.
Tenía ocho años y seis hermanos. Los mayores (los que tenían más de 13 años) ellas a la fábrica (ese poema tan hermoso de Martí i Pol que se llama Elionor) y mi padre y mis hermanos al andamio. Los hermanos pequeños somos esponjas y lo miramos todo con mucha curiosidad. De ahí que hoy en día pueda dar mi testimonio.
En mi Billete(sólo) de ida, he querido explicar más que nada sensaciones con los ojos de una niña, hacer un homenaje a mi abuelo republicano, a mi abuela que tuvo que sacar adelante a siete hijos ella sola, a mis padres, que ahí están con 90 años a cuestas y cómo en los barrios llamados obreros o “dormitorios” la gente se unió para exigir una vida mejor, colegios, médicos, bibliotecas…
Vivo desde hace casi treinta años en el Vallès oriental pero vengo de Badalona, que tuvo el primer alcalde de la democracia del PSUC y allí hubo una gran revolución.
Hoy, La Salud, Llefià vuelve a ser un barrio de inmigrantes y ya no solo andaluces, sino marroquís, pakistanís, chinos, sudamericanos y creo que esa masa de culturas sólo puede ser bueno para nosotros. La multiculturalidad nos hace crecer como personas.
Y SUMATE es la asociación encargada de unirnos a todos, nos empuja a pedir un mundo mejor y más justo para nuestros hijos y nietos que ya han nacido en Catalunya, que son catalanes de raíces y en su corazón guardan la tierra de sus padres y abuelos.
Acabo con algunos párrafos de mi relato que me hizo saltar las lágrimas mientras lo escribía:
“Es difícil olvidar cuando entras en un tren un día helado del mes de enero, de esos días en que los andaluces de Jaén recogían las aceitunas del suelo, con sus manos heladitas por la escarcha…”
“A través delas ventanilla, las luces de las ciudades y pueblos se convertían en estrellas fugaces a las que pedir un deseo…”
“El patio de luces era un recuadro donde concurrían todas las ventanas del edificio y si te asomabas un poco y mirabas hacia arriba podías ver el cielo. Descubrí a le llamaban “celobert”, no había mejor manera de describirlo en una sola palabra: el cielo abierto a muchas esperanzas”